Le faltaba en el
ambiente el humo del cigarrillo que siempre acompañaba las letras que pretendían
expresar vida en un folio. El humo de tabaco pintaba con una pátina amarillenta
los libros y discos que llenaban las estanterías y también les impregnaba con
un aroma que creaba vida a su entorno.
Apoyó los codos
sobre la mesa, sostuvo la cara entre sus manos y comenzaron a mezclarse
recuerdos que ya le marcaban mucha edad.
Se detuvo en la radio
Clarión con carcasa de madera negra y cristal con luz interior que le permitía
viajar a las innumerables capitales del mundo allí grabadas a medida que movía
la aguja del dial con uno de sus botones redondos ; y el cable-antena que salía
por la parte posterior del aparato en dirección a la cañería del fregadero de
la cocina. La radio estaba allí arriba, sobre una repisa de marquetería que
había hecho Don Sotero. Parecía… era un
altar.
Se había trasladado
a aquellos maravillosos años de la infancia cuando se encaramaba, subido a una
banqueta e intentaba encontrar en el interior de la radio al gnomo que hablaba.
Recordaba el silencio
sepulcral y la imaginación inocente de aquellas noches navideñas, cuando el
locutor conectaba con Oriente, con sus Majestades los Reyes Magos para informar del recorrido que iban realizando
hasta que llegaban a casa la noche mágica del cinco de enero.
Y las coplas con
sonido metálico en el patio de vecindad, dulcificados por el dúo de alguna voz
femenina metida en labores hogareñas.
Así mismo “El Parte”,
con aquellas noticias oficiales emitidas al unísono por todas las emisoras, que
cantaban las excelencias de nuestros gobernantes y pregonaban la protección que
ejercían sobre nosotros ante las amenazas de la masonería y el comunismo
internacional. También la música clásica, que añadía a las notas de la partitura
el sonido monótono de la aguja del tocadiscos sobre el microsurco.
Hoy tenemos más
color, con más tonalidades, con más
matices en noticias, opinión y entretenimiento. Y nuestros niños ya no buscaran el gnomo entre cables y resistencias. Aquel mueble ya no será un altar en la cocina
y los locutores tampoco retransmitirán el viaje en camello de los Reyes Magos
desde Oriente. Pero la radio seguirá ahí entre cazuelas, en la oficina, en el
coche, en la ducha… Acompañará alguna soledad, hechizará con acontecimientos
noticiables y, seguramente, incitará a tararear la canción de moda.
…volvió a la
realidad y conectó el viejo tocadiscos. Repasó los “long play” de su colección
y eligió el Concierto para violín y orquesta de Mendelssohn. Extrajo de la
funda el vinilo, que limpió con delicadeza, y lo puso sobre el plato. Ya solo
le faltaba colocar la aguja sobre el disco y escuchar el roce de la misma
buscando los primeros compases del concierto que le hicieran revivir años de
infancia y juventud.