martes, 23 de septiembre de 2014

La vieja radio


Le faltaba en el ambiente el humo del cigarrillo que siempre acompañaba las letras que pretendían expresar vida en un folio. El humo de tabaco pintaba con una pátina amarillenta los libros y discos que llenaban las estanterías y también les impregnaba con un aroma que creaba vida a su entorno.
Apoyó los codos sobre la mesa, sostuvo la cara entre sus manos y comenzaron a mezclarse recuerdos que ya le marcaban mucha edad.
Se detuvo en la radio Clarión con carcasa de madera negra y cristal con luz interior que le permitía viajar a las innumerables capitales del mundo allí grabadas a medida que movía la aguja del dial con uno de sus botones redondos ; y el cable-antena que salía por la parte posterior del aparato en dirección a la cañería del fregadero de la cocina. La radio estaba allí arriba, sobre una repisa de marquetería que había hecho Don Sotero.  Parecía… era un altar.
Se había trasladado a aquellos maravillosos años de la infancia cuando se encaramaba, subido a una banqueta e intentaba encontrar en el interior de la radio al gnomo que hablaba.
Recordaba el silencio sepulcral y la imaginación inocente de aquellas noches navideñas, cuando el locutor conectaba con Oriente, con sus Majestades los Reyes Magos para  informar del recorrido que iban realizando hasta que llegaban a casa la noche mágica del cinco de enero.
Y las coplas con sonido metálico en el patio de vecindad, dulcificados por el dúo de alguna voz femenina metida en labores hogareñas.
Así mismo “El Parte”, con aquellas noticias oficiales emitidas al unísono por todas las emisoras, que cantaban las excelencias de nuestros gobernantes y pregonaban la protección que ejercían sobre nosotros ante las  amenazas de la masonería y el comunismo internacional. También la música clásica, que añadía a las notas de la partitura el sonido monótono de la aguja del tocadiscos sobre el microsurco.
Hoy tenemos más color, con más tonalidades, con más  matices en noticias, opinión y entretenimiento. Y  nuestros niños ya no buscaran  el gnomo entre cables y resistencias.  Aquel mueble ya no será un altar en la cocina y los locutores tampoco retransmitirán el viaje en camello de los Reyes Magos desde Oriente. Pero la radio seguirá ahí entre cazuelas, en la oficina, en el coche, en la ducha… Acompañará alguna soledad, hechizará con acontecimientos noticiables y, seguramente, incitará a tararear la canción de moda.


…volvió a la realidad y conectó el viejo tocadiscos. Repasó los “long play” de su colección y eligió el Concierto para violín y orquesta de Mendelssohn. Extrajo de la funda el vinilo, que limpió con delicadeza, y lo puso sobre el plato. Ya solo le faltaba colocar la aguja sobre el disco y escuchar el roce de la misma buscando los primeros compases del concierto que le hicieran revivir años de infancia y juventud.