jueves, 5 de enero de 2017

Habitación 346



Deseabas que llegara el fin del pasillo y yo no quería que tuviera final; querías refugiarte en aquella habitación 346 del hospital para dejarte ir.

Y me costaba entender tus no me pidas más ante mis mensajes de ánimo, aún siendo conscientes de tu gravedad, porque recordaba otras batallas que habías ganado; aunque también comprendía tu cansancio por muchos años de lucha por tu cuerpo con que la vida te había castigado. ¿Por qué?

Aquel  ¿merecerá la pena? que planteaste a la médico cuando te anunciaba poner tratamiento a la reactivación de un cáncer cabrón que se había adueñado de tu cuerpo y que, como perro rabioso, había mordido y no soltaba.

Me planificabas tu futuro… tu entierro, sin boato; pero no pudiste evitar las muestras de cariño que querían hacerte llegar todos los que se volcaron en pasar unas últimas horas contigo acompañando a la madre, a la hermana, a la amiga… Te querían, te quieren.

Esa foto…

Y ahora, aquí, quedo yo… y el resto del mundo.

Conociste mi afición por la música y no puedo por menos que escuchar a Bach  “Ruth wohl, ihr heiligen gebeine” mientras escribo estas letras que humedecen mis ojos.


Te quería, te quiero Merce.