Es tarde fría de mi Viernes Santo. He procesionado a cara descubierta, contracorriente de gentes que se agolpan para ver el espectáculo de papones con túnicas de terciopelo rojo y capas de raso de las que cuelgan grandes medallones bordados que advierten de su cofradía, de su tribu.
Me molesta ya tanto “porrompompon” y “tarari tití”, que me engancho al iPod donde tengo enlatadas innumerables corales de Bach.
Pero tengo que esperar al sábado para perderme por calles desiertas que ayer rezumaban bullicio urbano y rural; también del alboroto de cofrades forasteros -muchos antisistema- de un “Genarín” prostituido con imitación de procesión religiosa y disculpa para terminar al alba impregnados de alcohol.
Dudo continuar poniendo una palabra tras otra…
¿Quieres acompañarme?...
De niño he caminado muchas horas por las callejuelas del húmedo en León, casi siempre haciendo tiempo para coger un tren o un autobús.
ResponderEliminarUna y otra vez recordaba historias que me contaba mi padre y en mañanas frías quería encontrar los pasos de mis hermanos mayores nacidos en León, bautizados en San Marcelo, quería imaginarme a mi madre joven en la casa junto al mercado...
A mi padre recorriendo los cafés y tomándose su cortadito o afeitandose en la barbería...
pero ya no estaban,y solo quedaba el cielo azúl, la inmensa catedral,y un frío que te penetraba hasta los huesos..
Luego un nuevo viaje al colegio o a Asturias...
...y sin embargo vuelves a recorrer y revives en tu imaginación a tus padres, y a aquellos que no figuran en los manuales de arte, la geografía o la historía. Pero son ellos, picapedreros, ebanistas, herreros, basureros, barberos, pescaderos... los que han ido haciendo esta tierra que ahora disfrutamos y revivimos, incluso con ellos en nuestra imaginación.
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