miércoles, 5 de junio de 2013

Marina era puta.



Marina no era estrella, ni segundona en una película de la posguerra: Era puta.
Con mis ocho años, veía muchas veces frente al colegio a Marina. Hacía puerta, esperaba clientes en el que había sido un bar que “las buenas costumbres” habían clausurado ante el escándalo de estar regido por una puta. Y aún se podían ver a través del cristal biselado de la taberna una legión de botellas alineadas con todos los licores: Soberano, Veterano, anís El Mono… Y Marina atraía parroquianos con una gran iluminación roja en sus labios y uñas, un moño bien peinado y un vestido alegre en color y corte. Marina era puta.
Nuestros mayores nos advertían ante los requerimientos que nos hacía Marina para traerle recado de vinagre, azúcar o una hogaza desde los ultramarinos. Yo nunca pequé ante tales invitaciones; siempre tuve miedo que me contagiara el virus de aquella culpa que, con solo su presencia, hacía volver o bajar la cabeza a los viandantes que debían transitar por delante de aquél antro, de la casa de Marina. Marina era puta.
Algunos feligreses de Marina, con ropajes que les identificaban en una extracción social baja, se atrevían a hacer tertulia y reír las gracias que yo no comprendía. Ella, Marina, subida en el peldaño de la entrada al bar, destacaba sobre las cabezas de los fieles que la rodeaban. Marina era puta.
Esta noche, viendo la televisión, “la caja tonta”, me he acordado de Marina. Habrá muerto, y no sé cómo o en qué circunstancias. ¿Por qué me habré acordado de Marina cuando haciendo zapin ves varios programas del corazón, que así les llaman?
Hoy sigue habiendo putas que, como Marina, no aparecen en el “papel-cuché”. Pero también hay fotos en revistas, programas de televisión o biografías ejemplares de señoritas respetables para una gran parte de la sociedad, que marcan forma de vida, que son iconos de una sociedad que disculpa, disimula y mira para otro lado; como los vecinos de Marina.
Hoy tengo más años, años vividos de enseñanza y experiencia, aunque esta circunstancia no da patente de corso, y he llegado a tomarle cariño a Marina. Nunca supe cuál fue el futuro de Marina, la puta.
Hoy es Marina.

8 comentarios:

  1. Seguro que Marina, esté donde esté, le gustará este recuerdo y este texto tan bien escrito. Seguro que tuvo que aguantar muchas críticas y vejaciones por parte de esos vecinos que no querían ni mirarla. Seguro que tuvo que luchar mucho para salir adelante ellas sola en esos tiempos adelante de moralina y despechos. Seguro que le habrá gustado tu texto y que te sigas acordando de ella y de su incógnito destino.

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    1. Hay, al menos, más de uno, José Luis, que ha demostrado un cariño que Marina agradecerá. Un abrazo.

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  2. Querido Andrés:

    Entonces la sociedad era puritana e hipócrita. Llevábamos muchos años sometidos a los poderes, que entonces estaban representados por el Estado y la Iglesia. Ahora se han sumado a la opresión las multinacionales, es decir, los mercados, es decir, el dinero. Ahora, a Marina la dejarían trabajar, pero tratarían de que lo hiciera en un lugar adecuado, donde no se viera mucho, porque, en cierto modo, el sexo aún sigue siendo aquella cosa sucia que tanto te asustaba. Es increíble que con todos los avances y las aperturas que ha habido, la sociedad siga siendo puritana, opresora e hipócrita. ¿Menos puritana? ¿Menos hipócrita? Tal vez, pero tal vez más opresora.
    Como siempre, recoges muy bien el ambiente de la época.
    Un fuerte abrazo.
    Mariano Estrada

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    1. La sociedad somos todos y llega un momento que piensas que se puede aportar algo desde ti mismo, desde tu forma de ser sin pretender derribar gigantes. Un abrazo.

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  3. Yo también me lo pregunto ¿por qué se habrá acordado haciendo ‘zapping’ y viendo los ‘programa rosa’, de Marina?. Me lo pregunto y luego veo que la respuesta es fácil.
    Creo, amigo Andrés, que has captado muy bien la sensibilidad de aquella época (la de tus 8 o 10 años) y el ambiente -la foto que incluyes también ayuda- oscuro y ceniciento que había (a todos los niveles).
    Bien contado, y mejor entendido.
    Un abrazo, Andrés.

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    1. Simplemente pretendo trasladar unas vivencias de vida poniendo una letra tras otra. Un abrazo.

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  4. ¡La puta, Andrés! Que ando vago pero soy amigo. Y no me siento bien si no me uno a la ola de quienes aplauden tu sensibilidad para recordar aquellos rincones de la memoria de nuestra infancia y juventud primera.

    Perfecto y escueto. Queda reflejada la época como el olor de la flor. Y la flor, que también enseñas,es bella.

    Te echo mi flor, porque el recuerdo de Marina, aquella puta, ha tocado la sensibilidad de todos quienes te leemos.

    ¡La puta! ¡Qué concisión y qué sensibilidad!

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  5. Ya quisiera yo escribir como tú, Javivi. Es doble el honor: que lo hayas leído y tu valoración. Un abrazo.

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