viernes, 5 de diciembre de 2008

Mi vieja estilográfica




Esta estilográfica tiene un sabor especial: Entre añejo y sentimental.
Tengo una tendencia inconsciente a juguetear con ella entre mis dedos. Y es tan indiscreta que no tiene reparo en destapar mis emociones y vivencias: Batuta para el romanticismo de Schumann; arado para áridos folios vírgenes; y, sobre todo, regalo y recuerdo nostálgico por la ausencia ya permanente de Padre.
Encaramada en el bolsillo de la chaqueta del periodista, conoció hace muchos años el paisanaje urbano de manteo y teja en clérigos de pequeña parroquia o beneficio de canonjía; se rozó con gentes de boina y blusón, tratantes en ferias inquietas por mugidos; alternó con señoritos de sombrero Chevalier, polainas y pajarita, en paseo dominguero después de misa; y también frecuentó a aldeanos, tocados con sombrero en paño de alas caídas, y ataviados con chaleco de gruesa lana enlutada, mientras buscaban el trueque del producto de la huerta por un pescado a la sal.
Su plumín se mostraba hosco al tener que tachar sobre aquellos ásperos folios algunas decisiones y enredos caciquiles, por la imposición de censores salvadores de un Imperio hacía Dios; se conmovía con letra más irregular por los acontecimientos de un país urbano y rural profundo, en el que la noticia debería haber sido la vida cotidiana de una economía de subsistencia y del analfabetismo de su buena gente.
Esta estilográfica que llenaba, día a día, unos folios amarillentos con una letra ininteligible, que, sin embargo, reflejaban la pequeña y verdadera historia de una pequeña ciudad con bullicioso mercado estival los sábados, con el contraste del negro clerical y la luminosidad rosácea de las piedras de su catedral en las tardes del otoño, o, en invierno, con el caminar apresurado de una sombra sobre los brillos nocturnos del canto rodado que calzan sus calles por la humedad de la niebla.
Era ágil y alegre con el relato por las tradiciones festivas de hisopo religioso, de los pendones llegados de ribera y páramo que desafiaban el viento camino de la ermita, y del almuerzo romero en algún prado todavía con relente.
El capuchón sigue siendo arrogante, orgulloso, quizás hasta se muestra soberbio al lado de bolígrafos y rotuladores con los que no quiere compartir plumier o palillero. Ya no va encaramado en el bolsillo de mi chaqueta y, por el privilegio de su edad y sentimentalismo, busca siempre el centro de la mesa del estudio junto al cartapacio repleto de unos folios más blancos y menos ásperos que los de antaño.
Esta pluma se exhibe como una Eva tentadora cuando me ve aparecer en los fines de semana otoñales, insinuando la sensualidad de su tacto para unas horas que solo transcurren para el reloj de péndulo y carillón en la esquina del salón.
Satisfago sus ansias de vida cuando la zambullo en el tintero; se muestra burlona al manchar mis dedos índice y pulgar, y se estremece si, por sus achaques de vejez, no derrama con fluidez la tinta sobre el papel.
Un domingo más, en hora de crepúsculo, la estilográfica y yo hemos buscado el placer, hemos sentido la necesidad de estar, una vez más, muy unidos y compenetrados escribiendo estas líneas mientras escuchamos el Oratorio de “El Mesías” de Haendel.
Ha querido erigirse en la protagonista, se ha sentido mimosa y ha ido, poco a poco, acurrucándose entre mis manos ante mi embelesamiento por los recuerdos y la ausencia de Padre.
Una puñetera estilográfica que resiste el paso del tiempo.

4 comentarios:

  1. Es muy romántico... sobre todo ahora que cada vez se escribe menos, porque el teclado y el ratón han ganado la partida a la pluma... Pero me gusta recordar cuando se escribían las cartas o los relatos en papel y pluma. Había más riqueza, porque en lo escrito se reflejaba el autor, gracias a la pluma.

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  2. Querido Andrés:

    ¡Cuánta historia puede haber detrás de una pluma! ¡Y qué bien escrito el artículo, cuánta poesía, cuánta sugerencia…!

    Esa pluma tiene mucho encanto, pero que mucho encanto. Y el autor, mucho encanto y medio.

    Enhorabuena por el Blog y, ya sabes, a morir de éxito.

    Un fuerte abrazo
    Mariano

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  3. Andresín, esoty "penetrandote" en tus escritos, que ya conocía.
    besos.

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  4. Hay veces que da miedo el escribir, que es abrir un poco el alma.
    Y el teclado, Beatriz, también se puede transformar en pluma. Todo es cuestión de imaginación.

    Gracias, Mariano y José Mari, por perder unos minutos con esos regueros que, en su día, fueron de tinta.

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