martes, 24 de noviembre de 2020

"No le tengo miedo"


            

(Viñeta de Lolo León)

Era esa tarde de domingo familiar que buscábamos mi mujer y yo para disfrutar llevando a los hijos al Club, al Casino de León, para que jugaran con los amigos mientras nosotros arreglábamos el mundo en amena charla con otros matrimonios jóvenes. Los niños corrían por la terraza o se entretenían con diferentes juegos en el local habilitado para ellos, mientras sus madres conversaban sentadas en las mesas. Aquella tarde, yo comentaba diferentes aspectos profesionales y sociales con un amigo en un extremo de la barra de la cafetería. Había un ambiente sosegado, apurando las últimas horas de asueto de un día festivo antes de volver a casa para bañar a los niños, prepararles la cena y poder entrar en el relax antes de ir a dormir.

Pero algo pasaba porque la Cafetería quedó prácticamente en silencio. El murmullo de las conversaciones cesó y las miradas se dirigían insistentemente hacia la puerta de entrada. Yo, desde la esquina de la barra del bar, también miré expectante ante la aparición de algo extraordinario que podía aparecer y que presagiaban las miradas y algún cuchicheo de curiosidad. Mi rostro debió de expresar un rictus de extrañeza y continué la charla con el amigo. Al tiempo, dos personas entraron presurosas en el recinto y se dirigieron hacia las mesas para informar de lo que ocurría. 

Y fue Candelas, amiga y compañera de profesión de Merce, la que nos interrumpió a mi amigo y a mí dándome un beso y anunciándome que llegaba José María Aznar. Pero no fue solamente ella; algunos de los que se encontraban sentados en las mesas o en la barra, también se acercaron y me demostraban su amistad con abrazos ostensibles mientras aparecían por la puerta José María Aznar, Presidente de la Junta y del partido Alianza Popular, con dos acompañantes.

Me sentía abrumado por tanta expresión de cariño, de apoyo ostensible y me faltaba espacio para corresponder a los besos y los abrazos.

Como si se tratara de un paseíllo en los toros, Aznar y los dos prebostes del Partido que le acompañaban, un hombre y una mujer ya fallecidos, desfilaron entre las mesas hasta la otra punta de la barra. No creo que Aznar me viera al encontrarme tan rodeado de la gente que se había acercado hasta mí.

Mientras pedían y les servían las consumiciones, el hombre que acompañaba a Aznar observaba el revuelo que había causado su llegada, quizás esperando que alguien se acercara a saludar al Presidente; aunque la respuesta fue la misma soledad con la que llegaron.

El ambiente se fue relajando y se volvió a las conversaciones interrumpidas, y yo continuaba rodeado de cariños.

Aquellos tres espadas que habían hecho el paseíllo, comenzaron a charlar sin reparar que cerca de ellos se encontraban dos personas que hicieron caso omiso a los vecinos recién llegados, pero que su proximidad casi les tentaba a entrar en su conversación. Porque el segundo espada, el varón que había escudriñado cada rincón de la cafetería, quizás tratando de explicarle al líder el por qué aquellos socios del Club estaban a mi alrededor, y ellos tres seguían siendo tres, le manifestó

-  Está ahí Trapiello.

La contestación del todopoderoso Aznar, imagino que con ese rictus tan característico cuando está contrariado, le contestó:

 No le tengo miedo.

 

No era la primera vez que estaba José María Aznar en el Club Casino de León.

Unos meses antes, previo a las Elecciones Municipales y Autonómicas de 1987, yo le había acompañado al Club para que el periodista Juan Pérez Chencho le hiciera una entrevista. Ese mismo día acompañé a José Maria hasta la casa de Juan Morano, el candidato independiente a Alcalde, para una charla que había concertado con él, y que, por lo acontecido en las fechas posteriores, fue totalmente diferente a la de Chencho. Yo no estuve presente, le esperé tomando un café en la Cafetería Cantábrico; bueno, dos, porque debieron conversar mucho. Y es que aquella candidatura Independiente competía al Ayuntamiento de León y no a la Junta de Castilla y León; y José María Aznar y su partido AP se presentaban a las dos elecciones. Es decir, existían unos votos perdidos de los electores independientes con fuerte base leonesista para la Junta, que solamente votaban a la candidatura independiente al Ayuntamiento, y aquellos votos Aznar no los podían desperdiciar. Porque para el entonces candidato a presidir la Junta de Castilla y León, aquel voto leonesita le podían favorecer para conseguir ganar las elecciones y ser el Presidente.

Insisto, yo no estuve presente en la reunión entre Aznar y Morano; no soy notario de aquella conversación; pero la imaginación hay veces que juega conmigo. En este caso, por todas las circunstancias que rodearon aquellas elecciones, la novelo:

-       Aznar: Trabaja para que tus votos a la alcaldía se conviertan en votos a la Comunidad para mí.

-       Morano: Garantízame que los concejales que salgan de AP en las municipales, me votarán a mí para Alcalde.

Sondeos serios para aquellas elecciones municipales y autonómicas no auguraban una victoria clara para Morano a la alcaldía, ni a Aznar para la presidencia de la Comunidad. La estrategia era perfecta para conseguir el poder. Los peones del uno y del otro ya podían comenzar la Campaña Electoral.

Y recordé a Maquiavelo y su libro El Príncipe: Cualquier medio es válido para conseguir el objetivo, el Poder.

 

José María Aznar era así; y en las relaciones con él había que tener presente que tratabas con una persona soberbia, quizás para disimular su inseguridad, su complejo social, y que manipulaba a quien pudiera con el fin de conseguir sus fines personales.

 

Era primeros de diciembre de 1987, y mi prioridad como concejal en el Ayuntamiento de León, como Presidente del Servicio de Aguas y respaldado por todo el equipo de gobierno del Pacto Cívico, era solucionar el problema de suministro de agua a la Ciudad que, invariablemente, todos los años sufría restricciones en verano, porque la aportación de la toma de agua del rio Torío en San Feliz y la cuota del pantano Luna no eran suficientes.

-       Eso se soluciona con la construcción de tres artesianos más en terrenos municipales – sentenció en varias ocasiones Juan Morano.

El Ayuntamiento del Pacto Cívico había marcado un libro de ruta en la tramitación de la Traída del Porma, que era un proyecto redactado por el Ministerio de Obras Públicas y que recibió la Junta de Castilla y León cuando se constituyó como Comunidad Autónoma, pero que dormía en algún cajón de la Consejería de Fomento.

En aquella tramitación del expediente para ponerlo en marcha, los técnicos de la Consejería de Fomento debían emitir un informe preceptivo que permitiera llevar a cabo las expropiaciones para unos treinta kilómetros de tubería, y la realización del proyecto de las obras cuantificadas en cinco mil millones de pesetas, que en su mayoría aportaba la Comunidad Económica Europea.

-       Buenos días, Presidente.

Aznar levantó levemente la cabeza y masculló también un buenos días.

-       Ya me dijeron que venías a verme – continuó mientras firmaba unas tarjetas de Navidad.

-       Ya sabes, José María, que estamos tramitando la construcción de la Traída de Aguas del Porma y llevo esperando por el informe de la Consejería de Fomento desde hace más de un mes.

-       ¿Qué vas a hacer con el pacto en el Ayuntamiento? ¿Seguirás apoyándolo? – contestó.

Eran muchas las tarjetas de felicitación navideñas y continuaba firmándolas.

-       José María, ya me llamaron ayer por teléfono, en cuanto se enteraron que venía, para insinuarme que hablara contigo del Pacto Cívico del Ayuntamiento, y que podía rectificar; pero no he venido a eso. Mira -continué-, vengo para decirte que quisiera, que el informe que tiene que emitir la Junta, debe llegar al Ayuntamiento en el plazo de una semana, porque si no tendré que convocar una rueda de prensa para explicar por qué no continúan los trámites, por qué se ha estancado.

Levantó nuevamente la cabeza de las tarjetas navideñas que seguía firmando y me lanzó esa mirada encendida de reproche que yo ya estaba habituado a ver en él. Descolgó el teléfono, marcó un número y

-       Juanjo (Juan José Lucas), va Trapiello a hablar contigo sobre el tema de la Traída de Aguas del Porma.

-       Vete a ver a Juan José – me dijo mientras volvía a firmar tarjetas navideñas.

-       Que tengas buen día – le contesté mientras abandonaba el despacho.

Y aquel informe llegó a los pocos de días de mi visita.