miércoles, 1 de noviembre de 2023

Cuando una reportera de radio se echó en mis brazos en el Cementerio de León.

 





Mi responsabilidad gestionando los Servicios Funerarios municipales en 1987, propició que una emisora local me requiriera para hacer un reportaje matinal en directo desde el Cementerio de León en fechas cercanas al Día de Todos los Santos.

Llegó la reportera al Cementerio y comenzamos un pequeño recorrido sorteando las tumbas mientras iba contestando las diferentes preguntas que me hacían la Directora del programa y la Reportera, a la que notaba una cierta inquietud y desasosiego a medida que le explicaba las gestiones para traer los restos del Padre Isla, que estaban en una Basílica romana, para depositarlos en el  Pabellón de Hombres ilustres de la Provincia; o las obras de reforma y ampliación del Cementerio “para darle una nueva vida”, había comentado yo días antes en otra emisora; o el del musulmán que se había enterrado de culo a la Meca y hubo que exhumarlo para dejarlo de cara; o la supresión del tapiado del Cementerio Civil; o…

Llegamos al final del recorrido, al edificio donde se encontraba la sala de frigoríficos para cadáveres, en uno de los cuales estaba desde meses antes el de un extranjero en espera de trámites legales. No quiso entrar y lo hicimos enfrente, en la Sala de Autopsias.

Era un día un poco gris y ventoso, y aquella fría sala con las ventanas y puertas abiertas, con la mesa de disecciones y demás aparatos propios, aumentó el desasosiego de la reportera que dio un grito enorme, que me recordó la escena de Hitchcock con la mujer en la ducha, porque una corriente de aire provocó el cierre de la puerta con gran estruendo. 

El micrófono terminó en el suelo y ella se abanlanzó hacia mis brazos.