viernes, 18 de diciembre de 2009

Cartero Rural



Fue un pequeño cuadro con escena de campo veraniego en siega y acarreo de mies, una miniatura que estaba colgada en aquel enorme portal -mitad zaguán, mitad patio- de un no menos gran caserón, el que transportó mis recuerdos a aquellas vacaciones infantiles en Villatriz reviviendo rincones, tipos y escenas en blanco y negro. Sentí una agradable nostalgia y quise soñar en color...
Pero Don Pedro, el cura, ya no espera en las mañanas de verano, después del “ite, missa est” y refugiado a la sombra de la parra que cubría la entrada de la casa rectoral, la llegada de Celestino, el Cartero. Todos los días Celestino, a lomos de su burra, con la boina calada hasta las cejas y la valija de cuero colgada en bandolera, le entregaba al reverendo con una pequeña venia las noticias urgentes del periódico de la provincia, aquél Diario que servía de guión para la tertulia con el veraneante capitalino y el veterinario.
Tampoco Dolores, la viuda de Inocencio, escudriña tras los amarillentos visillos de la ventana de la cocina la presencia de Celestino delatada por el sonido rítmico de las pisadas del cuadrúpedo; y es que para Dolores, aquel esperado sobre con caligráfica dirección filial y matasellos alemán, suponía frustración si la burra no se detenía o ilusión si oía a Fidel gritar su nombre.

Hoy, Don Pedro recorre con prisa los titulares de prensa en la Residencia clerical y capitalina, y reparte cuatro misas dominicales para vivos y difuntos en pueblos del alfoz. Ya no hay escuela; y en el Camposanto, cerca de la tumba de Dolores e Inocencio está la de Celestino.
Pero en Villatriz los veranos se siguen vistiendo de amarillo y los inviernos, a veces, de blanco.
Ahora es Miguel, “Miguel el Cartero”, quien llega todos los días en coche desde la capital con el periódico para Don Arturo, el jubilado de banca que inmigró para intentar recordar en cada rincón de Villatriz una infancia feliz. Y Teresa, como Dolores, también espera con ilusión las noticias de su hija becaria en Erasmus francés; y para Gumersindo las revistas del campo y la publicidad de maquinaria agrícola y de piensos enriquecidos...
Hoy en Villatriz no se oye la cornamusa, ni el sonido rítmico de los trancos de la burra de Celestino; pero para Arturo, Teresa y Gumersindo el rugido diesel del coche de “Miguel el Cartero” les anuncia la visita diaria de las noticias urgentes sin prisas, la esperanza del sobre con matasello francés o los nuevos precios de los piensos.

2 comentarios:

  1. Bonitos recuerdos, Andrés. Y muy bien expresados.
    Un abrazo y ¡Feliz Navidad!

    ResponderEliminar
  2. Querido Mariano: Simplemente son palabras al viento, recuerdos...
    ¡Feliz Navidad!

    ResponderEliminar